El temor se apoderó de los tocopillanos en las últimas semanas cuando circuló fuertemente por las calles, el rumor que indicaba que el ex jefe de la Oficina Zofrat, Octavio Villarroel, asumiría como nuevo director del hospital Marcos Macuada.
¿Cómo era posible que semejante personaje –se preguntaba la gente- pegara el salto desde la fracasada UGN de la Zofrat hasta el hospital de Tocopilla?
Y con este rumor se vivió la noche de Halloween en la comuna.
Afortunadamente todo fue un mal entendido. No era “nuestro” ingeniero comercial el que asumiría como jefe del hospital, sino un ingeniero de la primera región llamado Juan Urrutia Reyes, quien proviene del Hospital Regional de Iquique y obtuvo el cargo a través de un concurso público.
Sólo en ese momento la ciudadanía respiró tranquila (aunque en Tocopilla nadie puede respirar tranquilo por culpa de las empresas). La apocalíptica imagen que se vislumbraba para Tocopilla con Villarroel en el hospital, finalmente se disipó.
Atrás quedó la imagen de Octavio con un delantal blanco, dictando las primeras medidas como nuevo director del recinto asistencial, perdiendo notebooks, ganando un buen sueldo echado en su asiento y haciendo gala de su militancia política democratacristiana.
Hay que agradecer a los dioses que se pusieron la mano en el corazón y no nos mandaron a Villarroel al hospital, porque ya tenemos suficiente con los graves problemas de salud de la ciudad y no nos vendría nada de bien un nuevo cuadro de depresión para nuestra gente.
Por lo tanto, nos salvamos de una, pero tendremos que seguir viviendo sin médicos especialistas y esperando las interconsultas durante meses o años, hasta que se nos muere nuestro pariente o amigo.
(Publicado en edición impresa del 10 de noviembre de 2006)
Representantes del Movimiento Humanista de Antofagasta, han convocado a la comunidad de la región para este viernes 24 de noviembre, a las 19:00 hrs. en la Plaza Sotomayor de la capital regional, para realizar la actividad denominada “Signo por la paz y el desarme nuclear”.
Este acto consiste en formar dicho signo con la mayor cantidad posible de personas portando velas en sus manos.
María Rivera Torres empezó a trabajar en agosto de 1988 en las panaderías que administraba el empresario René Véliz González en nuestro puerto. En abril de este año decidió renunciar a su trabajo.
Tras dejar su puesto en la panadería volvió a asumir la defensa de sus derechos, luego que por años reclamara a su empleador el pago de sus obligaciones.
“Estuve exigiendo durante años que me pagaran mis cotizaciones, porque René Véliz sólo las declaraba y no las cancelaba”, denuncia Rivera.
“Cuando se hizo cargo Carlos Araya, me pagó los últimos dos años de cotizaciones sin ningún problema, pero el resto de años hacia atrás no me los pagaron”, agrega.
Cansada de la injusta situación que la afectaba, la tocopillana decidió recurrir a la Inspección del Trabajo el pasado 22 de abril.
“Hablé con una funcionaria del lugar para que me orientara. Yo tenía los documentos de Provida en donde es posible comprobar que las cotizaciones están la mayoría declaradas y unas derechamente no pagadas. Y la funcionaria me dijo que mi antiguo empleador iba a ser sancionado con multas y que debía ponerse al día”, cuenta Rivera.
“Pero luego tomó mi caso el Inspector del Trabajo y me dio una versión totalmente distinta de la situación. En esa oportunidad el Inspector le dijo al hijo de mi ex jefe, Oscar Véliz, que yo sólo podía declarar las cotizaciones no pagadas de 5 años atrás y que el resto estaban perdidas”, relata.
Rivera comenta que en una oportunidad debió esperar por cerca de dos horas antes de ser atendida por el inspector del trabajo.
“A mí la funcionaria me había dicho que mi ex jefe me tenía que pagar todo y resulta que acá el inspector permitía que me pagaran un mes, de repente otro y ahí quedó todo. Me deben muchos años”, afirma.
Y agrega que “al final, el inspector me dijo: ‘Usted no tiene nada que reclamar, porque usted renunció’.”
María Rivera se siente muy dolida. Se pregunta de qué sirvió trabajar tantos años para que su jefe no le cancelara las cotizaciones que en un futuro próximo le permitirían obtener una pensión mínim amente digna. Como si el negociado de las AFP fuera poco, ahora se sumaba la irresponsabilidad y el abuso de su empleador.
“El inspector me decía que me iba a llamar. Y me cansé de ir. Es más de lo mismo. Esto es súper injusto y uno no tiene donde reclamar”, expresa Rivera.
“Yo siempre reclamé y exigí que se me solucionara el tema de mis cotizaciones impagas. Y no pasaba nada. Y en la panadería les va bien. Tienen rentabilidad. Y está bien administrada”, agrega.
Finalmente, Rivera reflexiona acerca de la injusta situación que le ha tocado vivir:“A mí me descontaban esa plata para que fuera a mi fondo de AFP. Y ahora mi fondo es súper bajo, por lo que no obtendré una pensión digna y no me alcanzará cuando jubile. Lo que hicieron conmigo es un verdadero robo. Y un robo favorecido por las leyes”, concluye.
(Publicado en edición del 13 de octubre de 2006)
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