El 5 de octubre se conmemoró un año más del histórico triunfo del NO.
Aún recuerdo los sentimientos que embargaban a la gran mayoría de quienes participamos activamente en esa gran cruzada por liberarnos del yugo de la dictadura. Eran sentimientos encontrados: por un lado, la necesidad de enmendar la injusticia que significaba vivir en medio de una sociedad tan inequitativa como la que se construía por medio del poder de las armas y del silenciamiento de quienes disentíamos abiertamente del poder fáctico. Y, por otro lado, la percepción del evidente peligro que significaba “ir contra el sistema establecido”.
Pero estaba de por medio el futuro de nuestros hijos, de nuestras familias, y del país entero… Y había que seguir adelante.
La verdad es que fue una experiencia que nos dejó una gran enseñanza: cuando todo un Pueblo se une en pos de un bien mayor, no hay nada ni nadie que pueda resistir esa gran fuerza en movimiento y, finalmente, cobra vida esa frase que dice que “Todo pueblo tiene el gobierno que se merece”. Y el pueblo chileno no merecía vivir bajo la opresión de una dictadura.

Y de ahí viene la pregunta lógica: ¿Merecemos el gobierno que tenemos?
Creo que llega la hora de preguntarnos seriamente si merecemos en verdad vivir bajo un gobierno que nos ha llevado a ostentar el triste record de ser uno de los diez países con la peor distribución de recursos en el planeta.
Vivimos en un país con muchos recursos naturales: minerales en el norte, suelos para la agricultura en el sur y una costa que recorre nuestro país a todo lo largo, suficiente para que toda la población tenga sus necesidades básicas cubiertas: salud, educación, vivienda… En Chile no debieran existir personas de la tercera edad con jubilaciones miserables, no debieran haber seres humanos viviendo bajo los puentes, ni enfermos que mueran o tengan una pésima calidad de vida por carecer de recursos económicos.
Y todo esto es porque al asumir los respectivos gobiernos de la Concertación no han hecho otra cosa que administrar -¡y muy bien que lo han hecho!- el sistema creado por la Dictadura. Y es más, ¡¡lo han perfeccionado!!, agrandando aún más la brecha existente entre ricos y pobres: hoy los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. El capitalismo global no duda en ponernos como ejemplo sobre como debe ser un país neoliberal que crece y crece, pero silencia el hecho de que al mismo tiempo que el país crece económicamente, la distribución de esta alegría que llega, no llega a todos los hogares proporcionalmente.

Creo que llega la hora de cuestionarnos el tipo de gobierno que tenemos: ¿Es el mismo que queremos?... Los recursos naturales (que son de todos), ¿deben continuar en manos privadas? O, ¿quizá ha llegado el momento de unirnos y exigir con fuerza la restitución de lo que es nuestro? Por ejemplo, la renacionalización del cobre o el derecho del Estado, a nombre de todo un Pueblo, de crear y administrar empresas productivas que vayan con sus utilidades en directo beneficio de los sectores más desposeídos…