Diciembre es el mes de la hipocresía. Tal como se ha instaurado socialmente que agosto es el mes de los gatos o septiembre el mes de la patria, diciembre no debería ser la excepción.
Y es que desde hace años, sino décadas, que el último mes del año dejó de ser un mes de alegría para los cristianos a causa del nacimiento de su salvador, Jesucristo, ícono de la humildad y la lucha en contra de las injusticias que detentan los poderosos.

Y es que ahora las empresas parecieran haber bloqueado la memoria y borrado el real sentido de esta fecha para instaurar su propio culto pagano en torno al nacimiento del consumismo desenfrenado, en donde el salvador ya no es una persona, sino un papel que por nombre lleva dinero, donde ya no existen pesebres, sino grandes tiendas comerciales, donde los préstamos y créditos de consumo son la estrella fugaz que anuncian la llegada de la buena nueva y en donde el mensaje ya no es de salvación, sino de degradación del ser humano al tornar su vida en función de lo material... y por favor, no dejes nunca de comprar, aunque nada de ello te sirva. Hasta aquí sólo he contado la verdad, no hay nada nuevo, y si no había visto la Navidad de esta forma, bueno, sepa que la publicidad ha invertido muy bien en usted.

Frente a esta situación, me pregunto lo siguiente: ¿Cuántos gerentes de empresas, banqueros, dueños de medios de comunicación, o gente de importancia que se encuentra en las cúpulas del poder, se arrodillan cada domingo en la iglesia? Es esa la hipocresía a la que me refiero. Son estas personas las que se han encargado de sepultar y desvirtuar completamente el sentido de su propia religión, han inventado un gordo vestido de rojo que entrega regalos, se han encargado de saturar las mentes con publicidad y han inventado vías para que nadie se quede sin regalos. Hoy en día el no comprar en navidad se ha transformado en un pecado castigado socialmente e ideas como las expresadas en estas líneas son cada vez menos consideradas.

Pero, ¿qué mas da?, así es como estamos, de esta forma hemos construido nuestra sociedad y así nos sentimos contentos. Estamos contentos de vivir engañados, estamos felices de ser manipulados y nos alegramos de nuestra ignorancia.

La única magia de la Navidad es la que experimentan los bolsillos de los empresarios, los cuales de la noche a la mañana se rebosan del codiciado papel verde con el cual el domingo siguiente, pagarán su cuota para tener un lugar preferencial en el cielo. Feliz Navidad.