Después de largos años de estudio que envuelve la formación de los economistas, surge necesariamente la pregunta acerca de la utilidad o eficacia del conocimiento aprendido en las aulas universitarias en ese ámbito del conocimiento humano y, a decir verdad, mucho de ese conocimiento es rotundamente parte del conocimiento inútil y, en muchos casos, francamente absurdos. Parte de los conocimientos de los que se ufana la senadora Matthei provienen de hipótesis que a estas alturas difícilmente la cordura podría señalar como adecuadas, como por ejemplo, el comportamiento racional de los consumidores. Otras ciencias, como la psicología, se han fatigado en demostrar la importancia del comportamiento impulsivo y muchas veces inconciente, motivado por lógicas desconocidas, pero los “sabios” economistas como la señora Matthei, nada, como si nunca compraran por envidia, depresión, angustia o simplemente ganas.
Hay conocimientos absurdos de los que se ufana la señora Matthei, los que además utiliza para desacreditar a otras personas, siempre con el mal gusto del sabiondo, del que se cree conocedor de una ciencia exacta e irrefutable. No se porque ese tipo de gente siempre hace la vista gorda de la experiencia de los verdaderos sabios que se reconocen profundamente ignorantes, mientras más se acercan al conocimiento. Qué falta de buen gusto y qué lugar común recurrir siempre a ese argumento.
Pero hay otros conocimientos que la ciencia perfecta profesada por la senadora Matthei, que ni una ni la otra tienen algún interés en recoger, como por ejemplo, la productividad económica de los ecosistemas naturales, que están completamente afuera del horizonte de su reflexión. Matthei, portadora de la verdad revelada por Adam Smith, Walrras o su maestro por excelencia, Milton Friedman, no le preocupa en absoluto que todas las recomendaciones de política económica que ella defiende no tienen ni siquiera contemplado que la enorme producción económica chilena, muchas veces se hace destruyendo riqueza económica que jamás será recuperada, como son las biomasas pesqueras o la capa vegetal del subsuelo que alimenta las ganancias de la industria forestal. De ignorar este conocimiento la senadora Matthei seguramente no se avergüenza sino, y para peor, se ufana como el rey desnudo que expone impúdicamente su pobre humanidad.
Pregunta ¿Qué ocurre con las recomendaciones de política de una ciencia que deja al 95% de la realidad afuera de su campo de investigación y análisis?
La señora Matthei, dice saber economía puesto que le parece técnicamente impensable que las pequeñas empresas puedan pagar salarios decentes a sus trabajadores, pero, el conocimiento que ella olvida o quiere deliberadamente soslayar –y que tiene alguna relación con la ciencia de su propiedad- es aquel que nos dice que, si las pequeñas empresas no pueden pagar esos salarios es porque es tan desigual la distribución de la riqueza en Chile que esas pequeñas empresas no tienen a quien vender sus productos. El mercado para las llamadas pymes son los chilenos, pues es a ellos a quienes les venden lo que producen o fabrican, y por la enorme desigualdad que hay en este país, no son realmente un mercado dinámico para el crecimiento de las empresas pequeñas. Lo que olvida la señora Matthei -o simplemente no le da ninguna importancia- es que esto es el resultado de políticas económicas orientadas a concentrar la propiedad y desarrollar exclusivamente las exportaciones de un único 1% de grandes empresas que, además, apenas dan empleo y, en consecuencia, no contribuyen a crear mercados para las pequeñas empresas.
Si en Chile hubiese leyes laborales que facilitaran la negociación colectiva de tal manera que los trabajadores tuvieran mayor fuerza para negociar, entonces, la repartición de la torta sería más justa y las pymes podrían vender más y pagar mejores salarios. Si en Chile los trabajadores pudieran ser parlamentarios, como ella, y si fuese posible que éstos realmente representaran a los ciudadanos, entonces tendríamos leyes que impusieran impuestos más justos a personas y empresas y eso reduciría la desigualdad y las empresas pequeñas tendrían a quien vender sus productos.
El conocimiento de la senadora Matthei, a parte de ser extraordinariamente limitado, no es sino ese que deben manejar a la perfección los comisarios del capital, como los denomina el Premio Nobel de literatura, José Saramago, encomendados para servir los intereses de multinacionales y grupos económicos como la señora Matthei, aquél que les asegure su posición de poder y control de la sociedad. De otra manera no recurriría al desatino poco novedoso y reiterativo que usan estos “expertos” para desacreditar la opinión de los otros: ¡cállate que no sabes!
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