El principal cuestionamiento a Piñera es el evidente conflicto de intereses de los gerentes y empresarios que el 11 de marzo se convertirán en los titulares de carteras clave, como Educación, Relaciones Exteriores y Salud.
Nota de web argentina Pagina 12
Chile recibió el futuro gabinete de Sebastián Piñera con una mezcla de cautela, desconfianza y sorpresa, en el caso del canciller, Alfredo Moreno.
El principal cuestionamiento fue el evidente conflicto de intereses de los gerentes y empresarios que el 11 de marzo próximo se convertirán en ministros y ministras de carteras nacionales clave, como Educación, Relaciones Exteriores y Salud.
“¿Cuál es el problema de que un ministro en una cartera pueda tener acciones en una empresa regulada por ese mismo ministerio? El problema es que los intereses de los grupos corporativos nunca van de la mano con los intereses del país”, advirtió el presidente del Partido Socialista, Fulvio Rossi. Para evitar una lluvia de críticas, el futuro gobierno se adelantó a prometer que para la asunción todos los ministros se habrán desprendido de sus empresas.
Los vínculos entre el gabinete de Piñera y el sector empresarial son contundentes.
“La derecha es el representante natural del empresario... aunque (el ex presidente Ricardo) Lagos y (la presidenta Michelle) Bachelet también los atendieron bien. La verdad es que Piñera no tenía otra alternativa. La derecha ha estado fuera del poder durante 20 años. Aquí no existen los gobiernos provinciales, sólo alcaldías. La única experiencia de gestión nacional que tenía Piñera y su entorno era en las empresas”, explicó el analista político chileno Carlos Hunees.
Por eso eligió como canciller al actual director del monstruo chileno Falabella y como ministros de Hacienda (Felipe Larraín) y de la Mujer (Carolina Schmnidt) a directivos de dos de los principales grupos económicos del país, Angelini y Luksic, respectivamente. Para la cartera de Salud optó por Jaime Mañalich, el actual director de la exclusiva Clínica Las Condes, la institución que realizó varios de los exámenes médicos del dictador Augusto Pinochet, cuando éste volvió de Londres e intentó demostrarle a la Justicia chilena que no estaba apto para ser juzgado. Mañalich dejará el cargo, pero no a su jefe. El principal inversionista de la clínica es Piñera.
“Mañalich ha estado ligado por muchos años a una clínica privada, no tiene ninguna ligazón con el sector público”, cuestionó el presidente de la Confederacion de Funcionarios de la Salud Pública, Juan Muñoz.
Desde el Colegio Médico no atacaron al ministro designado, pero sí a uno de sus proyectos. Según adelantó el propio Piñera, están analizando emitir bonos para que los pacientes puedan atenderse en clínicas privadas y así acortar las listas de espera en los hospitales públicos. La medida no cayó bien entre los profesionales del sector.
“El colegio médico se opone a que se transfieran recursos económicos del sector público al sector privado”, aseguró el presidente Pablo Rodríguez.
El otro miembro del gabinete que despertó pasiones es Joaquín Lavín, el titular del partido Unión Democrática Independiente (UDI), el ala más conservadora del futuro gobierno. Piñera lo nombró como titular de Educación, una cartera tradicionalmente inestable y difícil en Chile.
“Piñera le tiró un salvavidas de plomo. Lo está probando. Si no puede, lo va a sacar”, pronosticó Hunees. Esté o no en lo cierto, Lavín, un ex funcionario de la dictadura pinochetista, no la tendrá fácil.
Además de ser un miembro reconocido del Opus Dei y dueño de ideas extremadamente conservadoras, Lavín tiene en su historial reciente una muy cuestionada gestión en la Alcaldía de Santiago.
“Su gestión de cerrar colegios públicos o de privatizarlos no habla muy bien de su labor como encargado de la educación pública; es preocupante”, señaló el presidente del Centro de Alumnos del Instituto Nacional de Santiago, Alan Alvarez. El joven recordó que, como alcalde, Lavín había intentado privatizar su colegio, una de las instituciones educativas que lideraron las protestas masivas contra el gobierno de Bachelet en 2006.
Para Hunees, Piñera no dará un golpe de timón en las políticas sociales, ni en la política de derechos humanos: “Este es un país con un público muy estatista. Si quieren ganar las elecciones municipales en dos años, van a tener que girar hacia el centro”.
La única excepción, acotó, será su apoyo contundente a una política de mano dura.
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